Estrella perdida de Virginis.


Hoy le conté a una amiga como me sentía,

Con respecto a la vida,

A la familia y al olvido.

Como puedo ver el vacío como una oportunidad.

¿Crees eso posible?

No sé y no quiero creer,

Que una de las razones, una de las tantas de ellas…

Es que mi ventana, se ha cerrado.

Le he impuesto una cerradura,

A aquella única cosa que me dejaba ser yo misma.

Una que usaba de brecha entre mis realidades.

¿Se pueden tener más de una, no es verdad?

Sin embargo, por mi propia culpa,

Ya no puedo ver las constelaciones,

Ni lo fulgente de las estrellas.

Solía investigar sus nombres y su historia.

¿Conoces esas estrellas?

¿Spica, Porrima?
Brillan conocidas,

Y también brillan las desconocidas.

Sus nombres aunque difíciles de pronunciar a veces,

Son los luceros más hermosos en el firmamento.

Hay miles de miles en el vacío.

Pero ya no es vacío si algo brilla, ¿No es así?

Aquellas que brillan tanto,

Que te marcan la vida,

La espera de lo esperable,

Y de las sorpresas, como esas...

De nuevas estrellas.

¡Vindemiatrix, Heze!

En invierno como en verano.

¡Oh! Estrellas que forman constelaciones,

Estrellas que ya han muerto, pero tan luminosas.

Que la vida o la muerte no importan.

Entonces, caigo en cuenta…

¿Puedo ser como una de esas estrellas?

De esas no tan conocidas,

De esas que no brillan tanto,

¡Zavijava, Syrma, Minelava!

Pero aquellas que están,

Que se saben sus nombres,

Solo unos pocos, pocos que importan.

Quizás sea imposible volver a abrir esa ventana,

Pero no significará nada,

Nada, porque ya no estaré ahí.

Omega Virginis.

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