Principe.

Era tan hermoso, como si saliese de un cuento de hadas.

Sus rasgos y todo él.

Con una tez tan clara como la nieve, piel tan perfecta sin ningún defecto.

Su cabello hasta los hombros ¡oh!

Unas hebras azabaches que enmarcaban su rostro tan serio;

Me pregunto si se sentirían tan suaves como se veían.

Todos los jueves y viernes venia al café,

Con una presencia que imponía poder,

Unas veces se le vio con una chica,

Otras, simplemente pedía un café helado y se sentaba al fondo.

Leyendo o con sus inseparables audífonos.

Su nariz, tan afilada y soberbia.

Su ropa, siempre casual,

Sin embargo, todo era como si fuese hecho para él.

Sus manos… tan refinadas y estilizadas.

Y sus orbes color ónix,

Eran cautivadores si los observabas con detenimiento,

Aunque sus lentes de pasta cubrían la mayor parte de su mirada…

Ese color tan profundo, tan irreal, tan fascinante…

Te hacía querer perderte una y otra vez.

Habló con su voz suave, como un susurro;

Sin embargo, te envolvía y harías lo que te pidiese,

Solo para escucharlo más.

Pero… había algo que superaba todo eso y más.

Su carácter…

Tan regio y arrebatador,

Que conquistaba con solo al mirarte y darte una sonrisa.

Transmitía paz y te contagiaba de una serenidad que te hacia feliz,

Su amabilidad irradiaba por sus poros a quien le hablase.

Naturalmente no era de esas chicas que caían en esos encantos,

Pero él, superó cada uno de mis términos.

Su gentileza y sencillez…

Su elegancia y su gracia…

¡Oh! ¡Y sus temas de conversación!

No podía esperar para hablarle en nuestros tiempos libres,

Porque mantener temas profundos e interesantes,

Al parecer era nuestro pasatiempo.

No sé si eso fue el detonante para que me cautivase,

De todas las cosas que ya he nombrado;

Porque podía llamarlo príncipe,

Ése de tus sueños, quién te salva en la historia…

De esas que mis compañeras no paran de contar,

Con un caballo y castillo,

Alto y con ropajes finos,

Con el beso de amor eterno…

Y felices por siempre…

Pero, esta es la parte en que tengo que negarme.

Porque ese príncipe…

Mi príncipe que tanto me había seducido y maravillado…

En realidad,

Me confesó avergonzado…

Que era una chica.

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