Perpetuo adiós.

Sonando las campanas como si de cenicienta se tratase, un día común ¿miércoles o jueves? Dicen adiós, un adiós infinito, un adiós terco; que se despide innumerables veces, hasta que finalmente decide marcharse.

Y en otra parte, un cubo de cristal suspendido en el aire, se divide en tres partes.

Como si pasaran años en segundos, ya la observa lejos… empieza a gritar su nombre.

Trata de olvidar lo imborrable, ella solo escucha susurros; mientras corre e intenta voltear.

La primera pieza se oscurece.

Dos segundos después, se oye a lo lejos – ¡Cuidado!– cuando cae al lago.

Le falta el aire, no sabe nadar. 

Y la primera sombra sonríe.

Palabras inentendibles y entre murmullos, se escucha un nombre.

La segunda pieza se divide en dos.

No sabe cómo salió de ahí y solo llega a sonreírle a quien le salvó.

Y la segunda sombra observa a las otras dos.

Al despertar, sigue pensando que está en un sueño, porque ella le dijo adiós.

Sin embargo ahí está, tomándole la mano.

La última pieza sale del cubo y cae.

No sabe que sentir, perdida es su definición más exacta de sí misma

Aunque sonríe… sabe que no será como antes… pero lo intentará hasta que no pueda más.

Y la tercera sombra desaparece.

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